martes, 20 de noviembre de 2007

21.- "Respétame. Soy tú. Debo respetarte. Eres yo"

22.- "El golfo de Víctor Manuel"

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De Vanesa.

ENEMIGOS DEL AMOR.
Enemigos afectivos.
Falta de fidelidad.

Mi Diario. Reunión del veintidós de enero de 2005. Sábado.

Estimado Carlos:

Porqué será que la corneada, es la última en enterarse. Víctor, Víctor Manuel, mi marido, es un padre ejemplar. Siempre lo ha sido desde hace cuatro años y medio que nos casamos. Cuando nació Guasimara, nuestra pequeña de tres, se le desbordó la paternidad y el amor hacia mí. Por causa de las causas, estaba en el Golfo Pérsico patrullando, dando el callo por la civilización occidental y la abolición del terrorismo y yo llevaba ya nueve meses de embarazo sola, más sola que la una, más, que la más viuda entre las viudas.
Me regaló una pulsera de brillantes, eres la mejor de todas las madres y me has dado la hija más bonita del mundo. Tú te lo mereces todo y mi amor por ti es casi tan ancho y largo como la rosa de los mares y tan alto como la estrella de los mares Iris. Todo poético, todo amoroso, todo paternal, todo bondadoso.
Mi madre, bendita sea que tengo una madre encantadora y que me adora, pasó en Rota conmigo casi mis primeros tres meses de embarazo, pues estos son fatales para mí. Devuelvo, amanezco con mareo, dolor de cabeza, y unas arcadas que me hacen estar tirada en el sofá de salón casi todo el día.
Y tres meses antes de dar a luz el “señorito marino” o el marino señorito, no sé, se fue a navegar. La Patria lo llamaba. El deber, el servicio y la protección de la comunidad, la Armada, la Marina, su trabajo, su carrera, sus posibilidades de ganar más y ascender, el que todo sus compañeros, militares de honor, se habían ofrecido ya, eran sus argumentos una y otra vez para justificar, a pesar de mi embarazo, su presentación como voluntario a tan arriesgado y valiente destino. A navegar como primer oficial de la Corveta o Fragata o no sé que cascarón con cañones a los mares de próximo Oriente.
Hizo su petate, bueno su maleta, más contento que nunca. Eso sí, sus trajes y uniformes bien planchados, sus camisas blancas impecables, sus zapatos negros como soles, sus, sus, sus…
Y yo envuelta en mi bata rosa todo el día, de la cama al sofá, pues el médico temiendo que lo perdiera me mandó reposo absoluto. Menos mal a Manuela, que es un sol y me cuidaba como a una hija, más que como a la señora del primer oficial del “Jaime El Conquistador.” Que luego resultaría ser el conquistador de Jaime o de Víctor.
La sonrisa no se le quitaba del rostro, de oreja a oreja, ni para despedirse. Para él, el barco es su felicidad. Sí, ya sé, le gusta navegar, es su profesión, su trabajo y si el trabajo es vocación, nació para cruzar los mares, y le agrada es mejor que si fuera un trabajo desagradable o que odiara.
Pero lo que desde luego le gusta es su independencia, su alta aristocracia del mando, sus marineros a su servicio, la tranquilidad de su confortable camarote, antes eran unas pocilgas estrechas y malolientes, pero hoy los de los oficiales son residencias de lujo, con su ordenador, su Internet, navegar navegando, su música en la cadena pequeña estéreo, su butaca cómoda para leer sus novelas o libros, y luego su sala de oficiales para jugar a las cartas, al dominó, leer el periódico o charlar amigablemente sobre las últimas conquistas en el último puerto de ruta.
Sí, Carlos, como siempre una “mala amiga,” mujer del Tercer Oficial, compañero de Víctor Manuel, me lo ha chivateado todo.
Ella se ha enterado que su marido, Domingo, es un juerguista y un ligón descarado de todos los “piano bar” de todos los puertos. Y antes, de todos los caraoques o como se llamen. Y, ¡ah! maravilla de las maravillas, su compañero de aventuras y chabacanerías, de juegas y francachelas, de copas de más y mujeres treintonas separadas y hambrientas,
su inseparable y adorado, por superior ligón y avistador de piezas a tiro, es Víctor Manuel.
Quién lo iba a decir del buen hijo, casta de marino, abuelo, Medalla Militar, padre Almirante, ya retirado, con ejemplar hoja de servicio, mejor marido y excelente padre, marino ejemplar y orgullo de la Escuela de Marín.
Ha dejado mi vida deshecha pues tras el nacimiento de Guasimara volvió al mar. A la Mar, como ellos dicen. La mar es femenino. Si será por los ligues en cada puerto. No un amor en cada puerto. Eso sería hasta romántico. Un revolcón en cada puerto y con cualquiera a tiro, en esos bares, donde van a parar todos las solitarias en busca de solitarios, para consuelo y recreo mutuo.
Ves porqué esta carta está llena de ironías y despecho. El muy “cerdo”, perdón, Carlos por la palabra, pero lo es, me volvió a dejar embarazada, espero a Jaime, - hay que tener al menos la parejita, debemos cumplir “el crecer y multiplicaos”, hay que ser solidarios con la humanidad, tengo unas ganas locas de que “ME DES” un varón, ¿será cochino?, me des,- volvió mi madre, bendita sea, y se fue a navegar por los siete mares buscando tranquilidad, comodidad, disfrute, placer y siete revolcones con siete desconsoladas.
Y mientras, yo en casa, atada a la pata de la cama por el sagrado compromiso del sacramento y de mi fe, de la que gracias a Dios no reniego, pues es mi única fuerza para “navegar”entre colegio de Guasimara, lavadoras, cocinar, preparar la ropa de Guasimara, bordar la canastilla, pañales, camisillas y faldón almidonado para el bautizo.
¿De verdad me casé para esto? ¿Porque yo no trabaje, debo seguir aguantando sus infidelidades, ya que él es quien trae el dinero a casa? ¿Por mis hijos, porque tengan un padre, un padre como ese, merece la pena aguantarle?
¿No son en verdad “los hijos de nadie,” pues él, desde ahora, es ya “nadie” para mí?
De verdad que no sé que hacer. No me atrevo a contárselo a mis padres. No puedo trabajar, lo encontraría, creo que pronto, pues soy una muy buena abogada “feminista”, - ¡OH! ironía de las ironías, - especializada en ayudar a mujeres, maltratadas, engañadas, separadas o por separar, ni buscar trabajo ahora en medio de mi embarazo.
Sólo sé que mi barriga engorda y engorda mientras ese canalla vive sin peso ninguno su vida de juergas y francachelas salvajes.
Un beso fuerte. Espero que te acuerdes de nosotros pues el padre de Víctor Manuel estaba destinado en Las Palmas, en el Arsenal, cuando hicimos el Cursillo para casarnos y nos casamos en la Base y allí lo celebramos.
Te mando mi dirección pues espero ansiosa y angustiada tu respuesta. Otro beso fuerte y para Elena, que maravilla de mujer tienes, dos.
Vanesa.
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23.- "Respeta la libertad de tu pareja. Es persona y libre"

Mi Diario. REUNION del cinco de febrero de 2005. Sábado.

24.- "Lorena en el pozo del desamor"

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Mi Diario. REUNION del diecinueve de febrero de 2005. Sábado.
De Lorena.

ENEMIGOS DEL AMOR.
La falta de entrega. Sólo acompañamiento, interés y sexo.
“Sin esperar nada” “Mi amado es para sí y yo también para mi amado”


Desde que hablamos en tu casa, tras la boda de tu hijo Carlos, recuerdo que me sacaste a bailar cuando llevaba un rato junto a la puerta mientras Moncho se tomaba con sus amigos wisky tras wisky, y me empezaste a preguntar con cariño y confianza, eres amiga de Carlitos o de Bea, de los dos por separado, pero Moncho es muy amigo de Carlos desde hace años, estás casada o sois novios, ni lo uno ni lo otro, vivimos juntos desde hace dos años, qué bien si os amáis mucho, el amor es…
Bebí todas las palabras de tus labios. Mi instinto quería que la pieza durara y durara para poder seguir escuchándote. Estabas diciendo en alto todo lo que yo “sabía en mi corazón” que era el amor. No mi pobre amor, en la pobreza de unión de mi pobrísima pareja humana.
Terminó la pieza y junto al porche con Ursula, mi amiga, que se acercó, siguió la conversación. Ella también vive con Eduardo, pues no están casados ni siquiera por lo civil. Igual que nosotros. Sí, Carlos, ese, del que hablabas, es el amor. El amor que mi corazón siempre ha suspirado por encontrar, siempre ha soñado como lo único que podía llenar mi ser y mi persona entera.
Donación, entrega mutua, buscar la felicidad del otro, esperarlo todo del ser querido. Ilusión y aventura al vivir toda la vida juntos, construyendo nuestro futuro, cada día, cada hora, cada momento, haciendo realidad las ensoñaciones de la ternura y el deseo. Y en él, los hijos, como una bendición de Dios, como un regalo hecho carne de nuestro mutuo amor.
Ursula te miraba y te miraba pensando, como luego me dijo, que cómo podías leer tan profundamente y con tanta claridad, en su corazón.
En un arranque de espontaneidad y sin preguntártelo te dije, espera, llamé y traje a la fuerza a Moncho, repítelo todo los que nos has dicho, por favor, a él.
Volvimos a repasar muy sucintamente el tema y Moncho para mí ya con más alcohol del debido te espetó: “Yo trabajo como un mulo, llegó reventado cada noche a casa y todo eso del amor me suena a idealismos femeninos. Una buena cena, un rato de televisión evasiva, y un buen revolcón, me da cierta vergüenza porque hablaba de mí, el dijo un buen polvo, ¿sólo pensaba en su cuerpo, Carlos? y a dormir. Palabra, que queriéndole como le quiero, pensé, sí, y a dormir, como un cerdo, dándote la vuelta y dejándome insatisfecha en la sensibilidad de mi corazón, sin una palabra de cariño o participación en el sexo común.
Desde entonces no hago más que preguntarme que hago yo al lado de Moncho. Sé que lo nuestro no es lo que, para que sea profundamente humano, debe ser, no puedo dejarlo aunque todo mi ser me grita que ese no es el amor y que así no, el sexo me tiene enganchada a él como el imán de la gravedad nos tiene atrapados a todos al suelo de la tierra, y la costumbre o atavismo de la rutina diaria me hace seguir en la noria de mi vida, dando vueltas y vueltas para volver siempre al mismo sitio y sin ir a ninguna parte ni llegar a ningún destino.
No quiere oír hablar de legalizar al menos civilmente nuestra unión, esto durará lo que dure, no te creas otra cosa yo quiero seguir viviendo contigo, ¿será porque tiene un sexo fuerte y explosivo, ardiente y vehemente como el mío, que le llena sus apetencias carnales y le satisface sus apetitos, y porque además le plancho las camisas de cada día para su engominado trabajo y le preparo el desayuno y la cena? Y cuando esto acabe, duerma o muera, ¿qué?
No quiere ni oír hablar de quedarme embarazada o de hijos, “pon – impositivo, déspota, cruel, autoritario y “su” decisión, - todos los medios y estate segura, pues me desagradaría que tuvieras que abortar,” pero, Carlos, ¿es esto una pareja aunque sólo sea humana, y es este el padre deseado para mis hijos deseados, si no ahora, más adelante, en un futuro nuestro y común? Ese futuro común y compartido en la paternidad ¿no es hoy tan incierto e inseguro como la propia estabilidad de nuestra pareja y relación?
No, nunca, jamás, dice él. Hijos, no. ¿Es esto una familia?
De verdad soy toda duda e indecisión. De verdad soy todo tristeza y vida fracasada. Sí, de verdad soy todo desilusión y vida muerta. Pero creo que de aquí ni puedo ni quiero salir.
Me hundo sola y la vida no tiene nada que exprimir ni que gozar. Estoy uncida al yugo de la costumbre, la comodidad de estar establecida, el confort, el sexo satisfecho, pues eso sí, “él es muy hombre”, y cierta confortabilidad y bienestar.
Aquí me encontrarás, si él no encuentra algo que le llene más, dentro de cinco años, de diez y quién sabe si hasta la ancianidad.
Un beso fuerte y gracias por al menos haberme llevado a saber que existe el amor, que es como yo lo soñaba y que hay parejas que lo viven y que lo gozan.
Desde lo más profundo del pozo de mi vida, Lorena.
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25.- "Mi amado es para sí y yo también para mi amado"

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A Lorena.

ENEMIGOS DEL AMOR.
La falta de entrega. Debes salir del pozo.
De sin esperar nada a esperándolo todo.

Mi Diario. Reunión del cinco de marzo de 2005. Sábado.

Querida Lorena.
Aunque yo se que no me pedías que te escribiera, yo sé que lo deseabas. Tu carta era con un remite en letras grandes y gruesas para que no pasara desapercibido, por lo que pude ver a casa de tus padres, no quieres que Moncho cogiera la posible respuesta,
Y cada frase de ella invitaba a una reflexión, juntos.
Pero, Lorena querida, yo no puedo sacarte del pozo en que tu estás según dices voluntariamente metida. Ni siquiera puede echarte una escalera para que si quieres salgas. Sólo tu voluntad, libre y decidida, puede hacerte subir a la superficie.
Aunque por lo que leo en tu carta tu voluntad ya no es muy libre y está atenazada en la rutina, la comodidad, el bienestar, la rueda fácil de la cuesta abajo y el sexo lleno que cuando llega a ser culminación en la mujer, deseo y satisfacción satisfecho, le ata más incluso que al hombre.
Tienes que salir primero de esa rueda que no es de la alegre noria de la vida, que la llena del agua saltarina y limpia que fluye y corre jubilosa por nuestras venas, sino rueda de molino pesada, gruesa y de piedra que va deshaciendo tu vida, tus ilusiones y tus esperanzas, y triturando tu tiempo, tus futuro y tus deseos de vida compartida en el amor y en la hermosa paternidad y maternidad de los hijos.
Lorena, Lorena, sólo tú puedes. Yo te diría que tienes que dar dos saltos. Primero hacia tu libertad plena de mujer libre. Si tienes algo de fe, de mujer llena de la libertad de los hijos de Dios que es la libertad en plenitud. Y esa libertad sólo la podrás encontrar dentro de ti misma. Si tienes algo de fe pídesela a Dios, que es Padre y Padre de Misericordia.
Luego el segundo salto, ya libre y no atada con ninguna esclavitud ni becerro de oro que te hayas construido para adorarlo y adorarte, será más difícil, arduo y doloroso.
Te tienes que sentar delante de Moncho y primero hacerle comprender que eres un ser humano, una mujer con su inteligencia, su voluntad y sobre todo con su corazón, sus sentimientos, sus ilusiones y sus esperanzas. Que le quieres pero no por encima de él mismo, y que desde luego no puedes consentir que se degrade tanto que te use sólo como un objeto de placer en el sexo, de servicio en la casa, y de acompañamiento para sus momentos de soledad sin amigos o diversiones.
No discuta, Lorena. No lleves la conversación a si pero tú más. Termina diciéndole que lo piense, que lo medite, que admite también sus puntos de vista para razonarlo y que hasta luego. Quiero decir tras tu exposición desaparece. Bueno, cariño, ya seguiremos hablando pues lo deseo mucho. Perdona pero he quedado para una cosa urgente en mi trabajo y tengo que salir. No metas aquí a tu madre que has quedado con ella. Las suegras apart4 en otro momento. Sí, hasta luego. Te quiero. Un beso. Y desaparece.
Con serenidad volver a tratar el tema cuando él lo haya rumiado. Y si el se pone razonable, escúchale con amor y paciencia. Intenta ver sus puntos de vista y ponerte en su carne. Pero en esta conversación las cosas tienen que quedar muy clara. O cambian o es el fin del fin. Hay algo que está por encima de ti misma y es la dignidad de los dos.
Creo que Moncho es lo suficientemente inteligente para comprender, ver y salir de sus egoísmos quizás maternales, de hijo super único y mimadísimo.

Creo que te quiere lo suficiente para darse cuenta que amar es salir de él e ir a ti.
Que Dios te acompañe en esta aventura si realmente quieres tirarte al torrente de lo que
Dios quiera. Solo me queda decirte que existe Providencia, y que esta es el cuidado amoroso y detallista que Dios tiene con cada uno de sus hijos.
Y te puedo asegurar con toda la fe de mi corazón que Dios te quiere y que eres una hija muy querida de su corazón de Padre.
Con cariño y teniéndote casi de continuo presente en mi oración al Señor, Carlos
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26.- "La entrega contolada"

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A Inés.

ENEMIGOS DEL AMOR.
La Confianza a medias.
La falta de fe y confianza en el otro.

Mi Diario. Reunión del diecinueve de marzo de 2005. Sábado.

Querida Inés:
no sabes lo que sentí que desaparecieras tan de repente y sin vernos para despedirnos cuando por no se cuanto tiempo pediste la excedencia temporal en tu Compañía de vuelo para terminar de estudiar tu carrera y luego te trasladaste a Barcelona a vivir cuando te volviste a incorporar.
Nos mandaste una despedida cariñosa con Mariole, mi hija, tu compañera de trabajo y sobre todo tu amiga, pero no se si por tu timidez superlativa o el exceso de prisa tan a la moda no pasaste a decirnos adiós a Elena y a mí. Me hubiera gustado darte un beso, pues no sabes, de verdad no sabes, el cariño que te tengo. Bueno, te tenemos.
Quizás también influyó el no tener que contar, por si te preguntaba por él, la ruptura con Boro.
Ahora, a toro pasado, te diré que nunca me llenó él para ti. No me “convencía”. Y sentía en el fondo del corazón una desmarginada pena por ti, porque la vida, las circunstancias y la soledad quizás, te habían llevado a entrar, a caer tal vez, a aceptar y a esperar donde nunca debías haber entrado, ni caído, ni aceptado, ni mucho menos esperado nada pues el proyecto, la relación y la entrega mutua carecían de plenitud.
Creo que el vaivén de la vida desarraigada de azafata en el extranjero, la soledad compartida con la soledad del otro os unió más que un amor verdadero.
No niego que quizás su simpatía, tu compasión, hecha casi ternura maternal, su frustración matrimonial, (Boro estaba separado ¿Verdad?) Y el que el buscara refugio en tu corazón cariñoso, compasivo y solo, te fue enamorando poco a poco, liando y liándose en tu amor y cuando te diste cuenta erais pareja. Salir a tomar algo tras los vuelos, porqué no bailamos si en el restaurante había pista y músicos, charlamos un rato más en mi cuarto del Hotel pues tengo el sueño cambiado con los vuelos, caricias y besos cada vez más íntimos, todo te iba atando con unos lazos de los que nunca estuviste segura pero te auto convencías de que sí.
Acuérdate aquella noche que cenamos todos juntos en El Herreño, creo que un día de Carnaval o así, en que en un aparte le dije a Boro “cásate” y tener hijos. Me respondió: yo bien quisiera pero Inés no quiere. Prefiere esperar. Esperar ¿qué o a quién? Boro no le caía bien Elena madre porque decía que te quería para uno de nuestros hijos.
Pensabas que “ese” (Boro) no era el hombre definitivo de tu vida. O no sabías quizás si tenía que haber un hombre definitivo.
No se cuántas incertidumbres, cuántas pequeñas o no tan pequeñas desavenencias, cuantas ilusiones no compartidas, cuántas faltas de confianza con motivos o sin ellos, cuanta inseguridad en el porvenir o cuántos motivos íntimos y secretos han podido romper tu pareja y decidirte a dejarlo para siempre. Lo siento. Lo siento por ti enormemente pero me alegro. Seguro que tras muchas cavilaciones, de indecisiones y de sufrimientos, te has quitado una losa de sobre tu corazón. Es mejor, es muchísimo mejor vivir la cuesta durísima de la soledad en soledad que se puede convertir en alegría, a la soledad mal compartida.
Inés, mi querida Inés, al menos espero que hayas comprendido y aprendido que el amor no se puede entregar si no se está plenamente segura. Insegura no es pleno y verdadero amor. Te mando la carta a Mónica sobre el amor según San Pablo. Lo espera todo, lo cree todo, no Pasa jamás. El amor no se puede controlar ni entregar a medias. Entonces no es amor.
Y ahora espero que cuando pases por Las Palmas, aunque sean unas horas y por encima de todo vengas a vernos. En casa, de Mariole o nuestra siempre tienes un sitio que el cariño y nuestra compañía y amistad harán más confortable que el Hotel.
Un beso fuerte, Carlos

Post data: Elena te manda muchos recuerdos y dice que vengas.
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27.- "Primero son mis aficiones. Después, quizás, tú"

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28.- "Antonia y su marido borracho"

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ENEMIGOS DEL AMOR.
El amor es a veces sacrificio y renuncia.
En la salud y en la enfermedad, que a veces es vicio, decadencia o decrepitud, todos los días de mi vida.

Mi Diario. Reunión del dieciséis de abril de 2005. Sábado.

Ayer nos contó Carlos la triste convivencia de Antonia, una señora de la limpieza y de Boro su marido, más beodo que el más beodo.
Antonia era una sirvienta, una chica, era ya entonces más bien una señora, de servicio.
Lo que hoy eufemísticamente llamamos “empleadas del hogar”.
Vivía en Gáldar y todas las mañanas tras levantar a sus hijos y tras el aseo, darles el desayuno, cogía la guagua Galdar - Las Palmas y El Hoyo-Escaleritas, para venir a casa a trabajar.
Era una mujer muy dispuesta de las que limpian a fondo, según Elena. Alegre, bastante bien parecida, debía haber sido muy guapa y atractiva, una mujer espléndida. Un poco caderona, poco, por los tres embarazos sin cuidarse después, y una alimentación a base de cuchara, de un gran caldero que había que llenar de las legumbres o verduras más baratas de temporada, papas, muchas papas para todo, a ser posible de Chipre, que son más baratas y lentejas, habichuelas, garbanzos, en potajes canarios, y pasta de las Islas, de harinas baratas. Y esta alimentación alimenta, pero engorda.
Con todo, el trabajo fuerte no la dejaba ser barriguda o triposa. Mantenía un cuerpo de buen ver.
Cuento todo esto para que podáis suponer que fue una chica humilde, muy humilde, pero de las más atractivas de las que paseaban, no tenía dinero nada más que para pasear, por La Alameda los domingos.
Boro, Salvador, un chiriguiví del pueblo, un niño de una familia bien, la perseguía a todas horas. Ella se resistió heroicamente a aceptar el noviazgo. Él la colmaba de regalos y atenciones. Estaba a pie de baile en todas las Verbenas y si ella bailaba sola con sus amigas se hacía el encontradizo, bailando enfrente. En todos los bailes canarios, antes que nadie, era su pareja. Y Antonia cayó en sus redes. Se casaron a pesar de la oposición de la familia de Boro. El no hacía nada ni trabajaba en ningún sitio. Era solamente el hijo de papá y mamá e hijo único.
Cuando vino Manuel los abuelos cedieron. Pero las horas muertas de Boro las pasaba con los amigos en la taberna. Bueno en todas las tabernas del pueblo, que en todas tenía crédito para beber como una esponja y pronto fue una cuba andante. Después entre borracheras y pequeños periodos de abstemios y sobrios, muy pequeños, vinieron Antoñita y Salvador, Borito.
Las cosas fueron tan a más, que Antonia tuvo que separar las noches borrachas del padre de los días serenos y confiados tras el Colegio de los hijos. No quería de ningún modo que los hijos vieran la vergüenza de un padre borracho. Bastante podría ser que algún mal amigo, con esa mala idea que a veces retuerce el corazón y las palabras de los celos o las venganzas de compañeros de clase o Cole, le soltara lo de “borracho tu padre, que va aguantando todas las farolas de Galdar.”
Tuvo suerte porque enfrente justo de donde vivían sus padres, Doña Manuela y Don Antonio, había una medio casa que alquiló para ella y para Boro y recogerle allí cuando llegaba a las tantas más borracho que una cuba. Y sus tres hijos se quedaban a dormir en casa de los abuelos, dónde hacían sus deberes al volver de Colegio y esperaban a su madre para que les diera la cena.


Boro se bebió su fortuna, casi la de toda su familia y no pudo con el sueldo de Antonia porque esta recorrió todas las tabernas y bares anunciando que si fiaban a Boro era dinero perdido y tirado a la calle porque ella, Antonia, se rompían los huesos para alimentar a sus hijos y darle educación y nunca para vino aunque fuera el de su marido. Quedó clarito, pero que muy clarito y aunque alguno quiso cobrarse algunos vasos de vino de Boro ella nunca pasó por ello.
Así y todo el alcoholismo fue mermando la salud y las fuerzas de Boro. Llegó a estar hecho una piltrafa y empezaron los ataques de delirium tremen.
Antonia con una paciencia infinita, con un amor generoso y fuerte como la vida misma, con un aguante heroico y marital, le recogía cada noche, algunas veces en las tabernas del pueblo, otras cuando le traían arrastrando sus amigos y compañeros de francachelas, le lavaba, le daba algo de comer si el cuerpo de él lo aguantaba y le metía en la cama y le arropaba.
Un día cuando me contaba todo esto añadió: luego reventada y deshecha, desilusionada y casi enferma de angustia y zozobras, luchando siempre por mantener la reputación y el cariño hacia su padre de los hijos, que le adoraban desde pequeños, ocultándoles siempre la verdad con medias o enteras mentiras, me acostaba a su lado y si le daba un ataque de delirio durante la noche, entre sueños y vomiteras, retorciéndose por los monstruos imaginativos que veía en sus soñolencias, a veces entre gritos y quejidos, me levantaba, le daba un calmante que tenía para el caso y esperaba en duermevelas que volviera a calmarse y a dormirse.
Antonia, ¿Pero Usted duerme con él, en la misma cama?
Don Carlos, yo le quiero, es mi marido.
Y así aguantó Antonia con fortaleza infinita y con perseverancia fiel hasta que la muerte les separó. Lloró a Boro, le guarda en su corazón dolorido porque le amó hasta la saciedad, pero hoy es otra mujer, alegre y divertida, con ganas de vivir y gozando de su nuevo marido, un hombre honrado y trabajador, que quiere a sus hijos como propios, y de estos que ya son casi hombres y mujer. En la enfermedad y en la decrepitud puede el amor, fuerte como la muerte, seguir manteniéndose hasta la eternidad.
Ya sé que esta actitud heroica no es, llevada hasta este extremo, ni corriente ni quizás “obligatoria”. Solo quiero decir que siendo admirable, inmensamente admirable y bella, no forzosamente y necesariamente imitable en todas sus extremos, el amor es así en muchas personas, inconmensurable y desde luego muy parecido al de Dios a sus criaturas e hijos, porque Dios nos quiere, nos ama, nos protege y nos espera aun cuando a veces nuestra vida es mucho más viciosa, repugnante y fea que una borrachera.
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