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A Inés.
ENEMIGOS DEL AMOR.
La Confianza a medias.
La falta de fe y confianza en el otro.
Mi Diario. Reunión del diecinueve de marzo de 2005. Sábado.
Querida Inés:
no sabes lo que sentí que desaparecieras tan de repente y sin vernos para despedirnos cuando por no se cuanto tiempo pediste la excedencia temporal en tu Compañía de vuelo para terminar de estudiar tu carrera y luego te trasladaste a Barcelona a vivir cuando te volviste a incorporar.
Nos mandaste una despedida cariñosa con Mariole, mi hija, tu compañera de trabajo y sobre todo tu amiga, pero no se si por tu timidez superlativa o el exceso de prisa tan a la moda no pasaste a decirnos adiós a Elena y a mí. Me hubiera gustado darte un beso, pues no sabes, de verdad no sabes, el cariño que te tengo. Bueno, te tenemos.
Quizás también influyó el no tener que contar, por si te preguntaba por él, la ruptura con Boro.
Ahora, a toro pasado, te diré que nunca me llenó él para ti. No me “convencía”. Y sentía en el fondo del corazón una desmarginada pena por ti, porque la vida, las circunstancias y la soledad quizás, te habían llevado a entrar, a caer tal vez, a aceptar y a esperar donde nunca debías haber entrado, ni caído, ni aceptado, ni mucho menos esperado nada pues el proyecto, la relación y la entrega mutua carecían de plenitud.
Creo que el vaivén de la vida desarraigada de azafata en el extranjero, la soledad compartida con la soledad del otro os unió más que un amor verdadero.
No niego que quizás su simpatía, tu compasión, hecha casi ternura maternal, su frustración matrimonial, (Boro estaba separado ¿Verdad?) Y el que el buscara refugio en tu corazón cariñoso, compasivo y solo, te fue enamorando poco a poco, liando y liándose en tu amor y cuando te diste cuenta erais pareja. Salir a tomar algo tras los vuelos, porqué no bailamos si en el restaurante había pista y músicos, charlamos un rato más en mi cuarto del Hotel pues tengo el sueño cambiado con los vuelos, caricias y besos cada vez más íntimos, todo te iba atando con unos lazos de los que nunca estuviste segura pero te auto convencías de que sí.
Acuérdate aquella noche que cenamos todos juntos en El Herreño, creo que un día de Carnaval o así, en que en un aparte le dije a Boro “cásate” y tener hijos. Me respondió: yo bien quisiera pero Inés no quiere. Prefiere esperar. Esperar ¿qué o a quién? Boro no le caía bien Elena madre porque decía que te quería para uno de nuestros hijos.
Pensabas que “ese” (Boro) no era el hombre definitivo de tu vida. O no sabías quizás si tenía que haber un hombre definitivo.
No se cuántas incertidumbres, cuántas pequeñas o no tan pequeñas desavenencias, cuantas ilusiones no compartidas, cuántas faltas de confianza con motivos o sin ellos, cuanta inseguridad en el porvenir o cuántos motivos íntimos y secretos han podido romper tu pareja y decidirte a dejarlo para siempre. Lo siento. Lo siento por ti enormemente pero me alegro. Seguro que tras muchas cavilaciones, de indecisiones y de sufrimientos, te has quitado una losa de sobre tu corazón. Es mejor, es muchísimo mejor vivir la cuesta durísima de la soledad en soledad que se puede convertir en alegría, a la soledad mal compartida.
Inés, mi querida Inés, al menos espero que hayas comprendido y aprendido que el amor no se puede entregar si no se está plenamente segura. Insegura no es pleno y verdadero amor. Te mando la carta a Mónica sobre el amor según San Pablo. Lo espera todo, lo cree todo, no Pasa jamás. El amor no se puede controlar ni entregar a medias. Entonces no es amor.
Y ahora espero que cuando pases por Las Palmas, aunque sean unas horas y por encima de todo vengas a vernos. En casa, de Mariole o nuestra siempre tienes un sitio que el cariño y nuestra compañía y amistad harán más confortable que el Hotel.
Un beso fuerte, Carlos
Post data: Elena te manda muchos recuerdos y dice que vengas.
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martes, 20 de noviembre de 2007
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