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De Sagrario
ENEMIGOS DEL AMOR.
Corporales:
Exceso de trabajo. En la calle, en casa; hombre/mujer
Mi Diario. Reunión del treinta de abril de 2005. Sábado.
Querido Carlos:
Hace tiempo que deseo escribirte pues han pasado los años desde nuestro Cursillo en Santa Isabel de Hungría y desde aquel encuentro en el Náutico en una fiesta andaluza, con tu sobrina Mara, que bailaba como nadie, andaluza de pura cepa ella, de Jerez, y que se paso bailando toda la noche sin parar ni por un vaso de refresco. Luego no nos hemos visto ni siquiera en Misa, hasta que el otro día al bajarme del coche, para comprar en el Supermercado “El Metro” te vi que salías de él, te reconocí y me acerqué a saludarte. ¡Qué alegría! Bueno y pensar que vivimos a menos de quinientos metros de carretera y que no nos habíamos cruzado nunca.
Yo era azafata del Jetfoil , recuerdas, luego Jefa de Azafatas y ahora trabajo sólo por las mañanas de ocho a dos, pues quiero tener tiempo para las niñas.
Bueno, te diré. Tenemos dos. La Mayor se llama como su abuela paterna; Cristina, pero la llamamos Chata. Tiene doce años, ¿doce años? Cómo pasa el tiempo, Dios mío, y va a las Teresianas con su hermana Sagrario, esa como yo. No hay varones a pesar de haberlos deseado largamente. La pequeña tiene ocho. Las dos, para que voy a decirte, si son hijas mías, son monísimas.
Benjamín, mi marido, lo recuerdas del Náutico pues no estaba en el Super, es alto, moreno, fuerte y muy cuarentón. Trabajador, excesivamente trabajador. El trabajo se le ha hecho un vicio. Vive para trabajar pues no sabe trabajar para vivir. A las siete muchos días ya está en su oficina, es Gerente de una Consignataria, que es de la familia de su padre y ha heredado él como único varón, casi nunca come en casa, esas “comidas de trabajo”, ¡qué desesperación de comidas!, y cuando llega a las diez de la noche llega temprano, cena frugal si o viene cenado, ducha rápida, leer por encima los periódicos de la tarde, el resumen de los de la mañana ya se lo pasa su bonita secretaria, y a dormir a piernas suelta. .
Gana los euros a espuerta. Chalet en la carretera de Marzagán, a diez minutos de Las Palmas, coche y coche deportivo, amarradero en Pocito Blanco y claro, con barco incluido, para agasajar a clientes y amistades de interés crematístico, él no mueve un dedo si detrás no puede venir disparados un chorro de Euros, bautizos y comuniones parecían más un party social que una celebración religiosa, viajes de negocios cada diez días o menos y los domingos y fiestas sino está de viaje al barco con algún amigo que pueda dejar una buena pasta en un buen negocio conjunto.
Mi marido, mi querido y en otros tiempos idolatrado Benjamín, se me ha convertido en una máquina de fabricar euros. Los hace muy bien y muy abundantes. Pero no tiene ya ni un segundo ni para mí, sí cuando necesita “sacarme muy arreglada” porque la cena con el alemán es, pues ha venido con ella, con señora, y mucho menos tiene un segundo para sus hijas. Al llegar por las noches un beso si aún están despiertas y a la cama.
Un día cuando se levante a las diez en pijama y entre en la cocina donde estemos las tres desayunando quizás Sagra me va a preguntar que quien es este señor, que ha entrado en pijama.
Estoy desesperada. He hablado con él por activa y por pasiva. Le he dicho, le he suplicado, le he rogado. Que todo lo hace por las niñas y por mí, porque podamos vivir bien, en una buena casa, con un alto standing, tener buenos Colegios y luego buenos Colegios Mayores para la Universidad, buenos trajes y perfumes, buenas fiestas, para que las bodas sean buenas bodas entre “gente bien” etc..etc.
Yo casi llorando le he dicho que las niñas y yo no queremos tanto ni tantas cosas, ni tantos regalos por santos y Reyes, sino que queremos tener un marido y un padre.
Pero el está metido en un torbellino del que ni quiere ni creo ya puede salir, pues es como un tifón que cada vez lo tiene más atrapado y más lejano.
¿Para que querré el dinero si no puedo disfrutarlo con él y con mis hijas los cuatro juntos?
¿De qué sirve tanta opulencia si se ha perdido la felicidad y las ocasiones de ser felices?
Creo y mis hijas lo saben que es el único padre que jamás ha ido a una fiesta del Colegio de nuestras hijas o a una reunión de padres. Mis hijas no recuerdan haber jugado nunca con su padre, haberse tirado por el suelo y revolcado en la alfombra un domingo por las mañana, o haber salido de su mano a comprar alguna chuchería o al al cine infantil.
Mil veces preferiría vivir en la pobreza pero vivir con él, compartirla con él y luchar con él para salir cada día adelante.
Un beso cariñoso y de mis hijas que te recuerdan con simpatía de cuando nos encontramos,
Sagra.
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