lunes, 4 de febrero de 2008

16.- "Nuestra vida no es un ordenador, Laura"

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ENEMIGOS DEL AMOR.
Excesivo voluntarismo.
La programación personal o matrimonial excesiva.


Mi Diario. Reunión del trece de noviembre de 2004.

Va la carta de a reunión.
Carta de Carmelo a Carlos.
Laura, mi mujer es casi un ordenador. Y yo que soy un desprogramado, un espontáneo, un vitalista, un extrovertido, pero un apasionado de la vida y de sus sorpresas, de vivirla como una aventura, de exprimirla como un limón, no quepo en él, en su ordenador.
Como tanto ella como yo hemos tenido la fe casi en la punta de los pies desde que salimos de los curas y las monjas, cuando nos conocimos y nos hicimos novios, al cabo de los tres o cuatro meses nos pareció lo más natural del mundo irnos a vivir juntos.
Además ella estaba embarazada y ya venía de camino Isabelilla. Era una sola casa, yo vivía independiente de mis padres por trabajo, ellos en la Calzada, casi en Las Margaritas, arriba del todo, y yo me estaba terminando de comprar un piso en la trasera del Paseo Marítimo.
Al fin Laura decidió, antes de programar un segundo hijo, pasar por la Vicaría. Bautizar a Isabelilla, deseo ardiente de la devota abuela paterna, me lo ha suplicado mil veces, Carmelo, esa niña no puede estar sin bautizar, como una “morita”, hay que cristianarla, que es como debe ser, hija de Dios, y no una pagada cualquiera, de casi la misma opinión era su otra abuela, la madre de Laura, y así se decidió celebrar la Boda y el Bautizo el mismo día y a la misma hora.
Creo que ella lo apuntó así en su Ordenador Portátil, que la sigue a todas partes y hasta sospecho que le es más fiel que yo. Y desde entonces ordenado estaba, de obligado cumplimiento.
Fuimos al Cursillo en El Madroñal. Yo hablaba por los codos y parecía que era la voz de la Iglesia, de tanto reverdecerme los días de escuela de Don Bosco, en Los Salesianos.
Ella callaba y creo que también se le fueron avivando las vivencias cristianas de su infancia, también con Las Salesianas, en el Colegio de “El Árbol Bonito”, como lo conocía todo el mundo, aunque se llamara de “María Auxiliadora.”
La Pareja de Monitores, Feliz y Any, nos fichó. Éramos una pareja con fe, medio muerta sí, pero resucitable, a poco que se soplara en la mecha que aún humeaba.
Me hablaron, en un aparte, y la verdad que yo lo estaba deseando. Las reuniones me habían entusiasmado, había aprendido mucho, mi mecha estaba brillante y luminosa, y ayudar a otros me parecía no sólo deseable sino casi obligatorio para mi conciencia y solidaridad. Yo podía y debía entregarme un poco a los demás, a fondo perdido. Como me dijo Feliz sin remuneración crematística alguna, sólo esperando el amor de Dios, nuestro Padre.
Cuando tímidamente se lo propuse a Laura, me di cuenta que no estaba en el programa de su mente, que no entraba para nada en sus planes ni en su programación, fría e interesada en la eficacia de nuestras vidas ajustadas a horarios y zarandajas.
Ella YA tenía programado, tras la boda y el bautizo, la búsqueda del segundo hijo, bueno, ella no le llamaba deseo, búsqueda o anhelo de maternidad, sino realización de sus fines personales. Dos hijos, crecimiento cero o un poco por debajo de cero. Por tanto no había tiempo, ni deseo, creo yo, de colaboración o compromiso. El segundo vástago sería un retoño nacido más del ordenador que de nuestro amor, y por tanto muy posiblemente con algunos cables enrevesados.
Hay que compaginarlo con mi trabajo y con el suyo, con el Colegio de Isabelilla y con el gimnasio, el fouting, la peluquería, el supermercado semanal, la visita a sus o mis padres cada quince días, las salidas con los amigos los fines de semana o las vacaciones anuales.
Laura, te felicito. Hemos dejado de ser humano y dúctiles para ser máquinas e inflexibles. Me siento programado y probablemente dentro de un CD, gravado como copia de seguridad. Sin sentimientos, pero sin sufrimientos ni alegrías. Gracias, Laura.
Desde mi chip, Carlos, un saludo cariñoso.
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