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19.- “Jesús nació en Orcasitas” (Barrio extremo de Madrid)
Una visión cristiana de la navidad para la pareja joven.
Otro tema extra, pero deseado por todos.
Mi Diario. Reunión del dieciocho de diciembre de 2004. Sábado.
Cómo se ha ido el trimestre, ¡Dios mío! Si parece que acabamos de volver del veraneo. Y ya estamos en Navidad. Pasó Adviento, entre preparación del corazón para recibir al Salvador, con alegría y júbilo, entre penitencias alegres y esfuerzo por cumplir a voluntad de Dios en todas nuestras obras y en todas nuestras acciones, con espíritu plenamente evangélico “Cuando hagáis penitencia no hagáis como los fariseos y plublicanos…. Poned cara legre, lavaos la cara
Segunda carta de Bernardo.
Querido Carlos:
Han pasado los años desde aquellos días felices de mi entrega a María, la Madre de Jesús, aquellos días de guardar con celo “bajo tu amparo, Santa Madre Dios” el gran tesoro que llevamos en vaso frágil de la limpieza de corazón y la pureza del alma. Quien mejor que Ella, inmaculada a los ojos de Dios, para salvaguardar nuestra pureza de alma y corazón.
¡Pureza! Que palabra más evitada por los hombres de hoy. Hasta por los sacerdotes en sus prédicas. Parece que les da vergüenza hablar de ella, como si lo normal fuera el enfangamiento del corazón. Cayó en desprestigio. Sin embargo “Ella te aplastará la cabeza” y “¡todo un Dios se recrea, en tu bendita pureza!” Nova bellum elegit Dominum”
Dios le sigue eligiendo para toda nueva batalla en el alma y en el cuerpo “de los límpios de corazón que verán a Dios”.
Sí pasaron los años y tras el bachillerato comenzó la carrera Universitaria, las mañanas en la Uni, las tardes estudiando o consultando y leyendo en la Biblioteca Nacional del Paseo de la Castellana, entre mil trabajos y tesinas, tesis y demás estrujamientos del cerebro.
Se acercaban las Navidades y el Padre José María, un antiguo profesor mío, del Colegio San Felipe, que ahora regentaba, llevaba una Parroquia en uno de los barrios de chavolas muy pobres de Madrid, llenos de emigrantes interiores de otras provincias, el alubión de la huída del campo para buscar trabajo y prosperidad en la capital, engordando y engordando por encima de sus posibilidades de absorción, nos invitó a José Antonio, Pablo, Nemesio y a mí, a pasar las Navidades en Orcasitas, su barrio periférico y ayudarle en aquellas vacaciones con la desbandada de niños y jóvenes que vagabundeaban el barrio sin ada que hacer al terminar las clases.
Éramos un pequeño grupo de Congregantes de Cádiz y de otros Colegios que nos seguíamos viendo y reuniendo tras la misa del sábado, y que de cuando en cuando los domingos que no estábamos agobiados de estudios y trabajos acudíamos a su Parroquia a ayudarle un poco. Conocíamos pues el ambiente y las buenas gentes de barrio.
En vez de bajar a Cádiz, ya no vivía mi santa madre y habiéndose casado mi padre por segunda vez no me era tan apetecible volver, acepté agradecidamente.
Saco de dormir, había que dormir en el suelo de su chavola, El Padre José María vivía como uno más de ellos, sobre el húmedo barro endurecido por las pisadas de sus pobres habitantes. El frío húmedo, mojado o empapado mejor, se pegaba al saco e dormir, traspasaba sus plásticos y acolchados y se metía en los huesos impidiéndote dormir hasta que el cansancio te cerraba los ojos. A la mañana siguiente, con sueño infinito, pero con alegría aun mayor y rebosante, nos levantábamos deseando volver al contacto cálido y afectuoso de sus gentes.
Fueron y son las Navidades más hermosas de mi vida.
La noche de Nochebuena nos invitaron a su casa, bueno a su chavola, Pepón, bueno se llamaba Pepe y era el jefe del Partido comunista del barrio, pero nosotros le llamábamos Pepón recordando al Don Camilo y Pepón de Guareci , y su mujer Felisa, asturiana, refugiada en Orcasitas con él, tras ser abandonada por su marido “por la Iglesia”, y tras dos o tres años de tiras y aflojas, enamorada de Pepe, que desde el principio de conocerla haá sido un verdadero protector de ella y un afanado y buen padres de sus dos “huérfanos” hijos, se vino a vivir con él aunque con un gran dolor en su corazón, pues ella “creyente y practicante” en la forma que eran muchas mujeres de la clase pobre e inculta por aquellos tiempo. Todos los tenían por matrimonio, y vinieron a refugiarse a Orcasitas, donde nadie los conocía de antes, cuando en Asturias habían vivido su “transito” porque a ella le daba infinita vergüenza que alguien la supiera arrejuntada.
Su gran sufrimiento era no poderse acercar a comulgar “por vivir n pecado” pero jamás se dejaba una misa dominical y hacia de sacristana en la chabola capilla.
Pepón se desmarcaba de la Iglesia, pero ayudaba más que nadie al Cura, que era su amigo aunque no pensara como él, y que las fiestas grandes acompañaba a Felisa a la Misa quedándose respetuoso y de pie en el fondo de la capilla.
Llegamos a sus chabola. Nos besamos y deseamos felices Navidades o nos dimos un fuertísimo y cariñoso apretón d mano. Nos sentamos muy juntos, pues no había más espacio, Felisa bendijo la mesa con una oración, mientras el cura la bendecía con la señal de la cruz, y cenamos huevos fritos, aquella noche dos, con patatas fritas y de postre una figurita de mazapán y un trozo de turrón del duro que trajo el Padre de sus muchos donativos, pues todos los demás ya habían sido repartidos entre en barrio, sin distinción de creencias y asistencias a la Iglesia, hasta quedarse sin nada.
Nunca había cenado tan maravillosamente en mi vida. Y luego la Misa del Gallo.
El día ventiocho, los inocentes, nos fuimos de excursión, el padre pudo alquilar un autobús con el donativo de un antiguo alumno suyo de El Pilar, con todos los chavales de Orcasitas. Pepón ayudado por dos inexpertos de nosotros habia fabricado seis trineos de madera para tirarnos por las nieve.
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lunes, 4 de febrero de 2008
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